
Abril 2020
Reseña La Muerte Del Autor
María Del Mar Ramírez Guauque
Teoría del Arte I
Universidad Nacional de Colombia
En La muerte del autor, Roland Barthes nos presenta una cuestión importante sobre la forma en que percibimos la obra escrita, desde aquello que contiene la posibilidad comunicativa en ella: la voz.
Desde el momento en que se escribe un texto, y se lee, éste pierde la voz de su creador. Las palabras escritas pueden estar siendo dichas por el escritor, el lector o el personaje. La voz que lee y dice el texto, pasa a ser algo indeterminado, universal.
En nuestra cultura occidental capitalista se juzga una obra textual, ya sea literaria o de otra índole y género, desde su autor. Esto es bastante funcional para los críticos, puesto que encierra las infinitas posibilidades que tiene una obra escrita, su multiplicidad, en la idea de un solo pensamiento, cerrando así las posibilidades de análisis.
Ésta centralización del autor sobre el lector mismo, es característica de nuestra sociedad capitalista, contrastante con las culturas étnicas de nuestros orígenes, donde la narración la mediaba un Shaman.
Notemos la importancia de ésta palabra: mediador. Al tener la narración un mediador que la transmite, la historia no pierde protagonismo y el Shaman era por así decirlo, irrelevante, una herramienta más no el juez ni el eje central de la historia.
Barthes nos revela una premisa importante: la multiplicidad de un escrito está en los lectores, quienes tienen la capacidad a través de las infinitas mentes que pueden representar este rol de develar individualmente un sentido único y personal.
La magia de la obra escrita no yace solamente en la capacidad imaginativa y el talento gramatical del autor, sino que puede desplegar su infinito potencial a través de los lectores.
De manera casi profética, Barthes anunciaría que para procurar cualquier porvenir para la escritura, debería enterrarse al autor, y darle nacimiento al papel que juega el lector, por el bien del potencial que tienen las obras escritas.